Los trastornos de ansiedad constituyen uno de los problemas clínicos que afectan a mayor número de personas. De hecho, se considera que junto a las adicciones y después de los trastornos del estado de ánimo son los problemas de salud más habituales (Echeburúa, 1993a) o incluso los más frecuentes por encima de los trastornos del estado de ánimo (Barlow y Craske, 1994). Aproximadamente 1 de cada 10 personas va a sufrir en algún momento de su vida un trastorno de ansiedad.
Estas elevadas tasas de prevalencia así como las consecuencias negativas y la interferencia que produce en la vida de quienes lo sufren, llevan a ser una de las palabras más buscadas en internet relacionadas con la psicología y, por supuesto, uno de los problemas más frecuentes que llegan a nuestras consultas.
Pero, ¿qué es esto de la ansiedad? ¿Por qué se produce? ¿Es necesaria?
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad se define como una reacción emocional ante situaciones que implican peligro para la supervivencia del organismo y cuya función adaptativa es la defensa (Vila, 1996). Por tanto, a la pregunta de si es necesaria, la respuesta sólo con la definición parece bastante clara: POR SUPUESTO QUE SÍ. Pero vamos a intentar dar una explicación más sólida.
¿Cómo se produce?
Cuando nos enfrentamos a algo peligroso existen tres mecanismos de acción: paralizarse, huir o luchar. Vamos a pensar ahora en las personas de las sociedades primitivas, en las que se encontraban expuestos a innumerables peligros, como por ejemplo la presencia de un depredador. Imaginemos que nuestro hombre primitivo se encuentra frente a un león y opta por la opción de huir. En ese momento se activa el Sistema Nervioso Simpático (SNS), que provoca la liberación de noradrenalina generando el aumento de la tensión arterial, taquicardia, aumento de la tasa respiratoria, incremento de la sudoración y detendrá otras funciones que no son necesarias en ese momento y que le quitarían mucha energía en la huida, como las funciones digestivas o las sexuales.
Si lo pensamos, tiene mucho sentido esta revolución física; necesita más oxígeno en los músculos de las piernas y brazos (incremento de la tasa respiratoria), debe evitar el sobrecalentamiento del cuerpo (sudoración), necesita que la sangre llegue a las zonas periféricas del cuerpo (aumento de la tasa cardíaca) y si en la huida resulta herido, la función coagulante del cuerpo que activa el SNS evita la pérdida excesiva de sangre.
¿Nos suenan estas reacciones corporales?
Tras un tiempo huyendo del león, nuestro hombre primitivo encuentra una cueva donde resguardarse y dar esquinazo al depredador, de manera que ha pasado el peligro y así, entra en acción el Sistema Nervioso Parasimpático (SNP). Las funciones de dicho sistema son opuestas a las del SNS y, por tanto, provocarían un estado corporal de descanso. Con la acción del SNP, el hombre primitivo en la cueva, disminuye la tasa cardíaca, reactiva las funciones digestivas y sexuales (en caso de ser necesarias), ralentiza la frecuencia respiratoria… en definitiva, devuelve su cuerpo a un estado de calma y relajación tras el esfuerzo realizado.
Hasta aquí, la ansiedad de nuestro hombre primitivo. Pero ¿qué está pasando en nuestros tiempos?
Actualmente nuestros leones son principalmente psicológicos, como la pérdida de amor, de empleo, problemas sociales, etc. Pero estas amenazas no requieren de una respuesta fisiológica inmediata, pero seguimos reaccionando como el hombre primitivo frente al león; y además nos resulta muy difícil encontrar una cueva para escapar del peligro, por lo que el Sistema Nervioso Parasimpático no actúa y nos enfrentamos a una reacción de ansiedad mantenida demasiado tiempo, lo que puede provocar problemas físicos, los cuales podemos imaginar si repasamos la lista de lo que activaba el SNS: problemas de corazón, respiratorios, digestivos (por la paralización de la digestión), disfunciones sexuales… además del sufrimiento psicológico que produce tener que estar alerta de la llegada del león continuamente. De este modo, la ansiedad no está siendo funcional. Aun así a veces la ansiedad sigue siendo adaptativa como cuando tenemos que corregir la dirección del coche para no chocar, pero en otros casos en lugar de ayudarnos a enfrentar la situación, se convierte en un problema.
A modo de conclusión y respondiendo la pregunta que titula el post, ¿la ansiedad es necesaria? La ansiedad SÍ, los trastornos de ansiedad NO.
Si no consigues encontrar la cueva, busca ayuda. El psicólogo no te dirá donde está, pero te guiará y acompañará hasta que la encuentres, pues conoce un camino más recto para llegar.
Referencia bibliográfica:
Buela-Casal, G.; Sierra, J.C.; Martínez, M. P. & Miró Morales, E. (2001) Evaluación y Tratamiento del pánico y agorafobia. En G. Buela-Casal, & J. Sierra, (Eds.). Manual de evaluación y tratamientos psicológicos (73- 128). España: Biblioteca Nueva.